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Cuando la creatividad, la gastronomía y la experiencia se unen, surge un universo excepcional llamado Pocheville, referente internacional en el difícil pero apasionante mundo del catering. 

Al instante de hablar con Borja Artiñano, artífice del milagro, entiendes que no puede ser de otra manera, su ímpetu, energía y afilado gusto dejan muy claro el porqué de su éxito durante más de treinta años. “Han sido muchos años y la clave es hacer las cosas bien, con gracia. Yo ya fardo de ser clásico porque ahora parece que es lo peor, pero lo importante es crear un ambiente acogedor, y llevar siempre la sonrisa puesta”.

Como si de un delicioso concierto se tratara, Borja dirige la orquesta con el objetivo de conseguir la perfección. “Me ocupo de todo y estoy ahí personalmente, es básico estar ahí para hacer los cambios necesarios sobre la marcha. Acabo extenuado después de 10 horas en las que no paro de tomar decisiones, la flor, la comida, la carpa, mesas, sillas, camareros, música… es un conjunto, todo tiene que estar coordinado y todos a una”.

No soy un personaje inventado, de esos que opinan de cosas que no tienen ni idea, yo soy lo que soy. 

 

Publicitario de formación, arqueólogo de espíritu  y hostelero de facto, mundo al que ha dedicado gran parte de su vida. “Somos cuatro hermanos y todos estudiamos en San Luis Missouri, un año en España y tres en América donde trabajé junto a mi hermana como camarero para pagar mis viajes y ocio. Al volver a España un amigo de mi padre, Manuel Sánchez del Valle, me enchufó en las agencias Walter Thompson y Contrapunto, las top del momento. Ahí vi que no me gustó nada. Al hacer la mili tenía mucho tiempo libre y junto a dos amigas, Amalia y Gabriela, pensamos dar cenas en casa de amigos de nuestros padres, ese fue el embrión de Pocheville”

Aquel trabajo por diversión fue el punto de partida para crear su exitoso negocio. “Al acabar la mili decidí montar un catering, en la familia nadie se dedica a la hostelería. Es como si dices en casa que vas a ser astronauta, pero  mi padre me ayudó a empezar. Alquilamos un almacén, compramos dos furgonetas Ford que duraron hasta hace poco, y a empezar de cero. Amigos y personas estupendas como Carlos García-Calvo y Giovanni de Borbón dos Sicilias, que me sacaron en prensa, me ayudaron a posicionarme. Poco a poco, con cierto gusto, chispa y haciendo las cosas bien, como siempre he visto en casa de mis padres y abuelos”.

Su gusto por recibir le viene de cuna en su ciudad natal, Bilbao, lugar que adora pero del que tuvo que salir con 10 años. “Somos de Bilbao pero vinimos todos a Madrid. Nos echaron porque somos anti nacionalistas. Ese tema me enfada muchísimo y no me corto un pelo en decirlo, no somos nacionalistas”. 

La vuelta se prevé explosiva.

 

Madrid, San Sebastián, Valencia, Lisboa…han sido algunos de los escenarios donde Borja ha mostrado su magia, esa que hace posible servir un consomé caliente a 420 personas. Y si preguntamos por su mejor época, no lo duda, el año 2000. “Llegar al año 2000 fue un flash, hicimos miles de fiestas por cambio de siglo, y a mí me llegó en un año muy bueno, llevaba 11 años y tenía experiencia por lo que pude aprovechar la cresta de la hola”.

El contraste con la situación actual es demoledor, un año a la espera de volver a empezar es algo inaudito para Borja y la vuelta se prevé explosiva. “Esto es el acabose, llevo un año cerrado y tengo la sensación de que la vuelta será como volver a empezar y nada será normal, entre nuestros políticos y lo que está pasando, la clase media que se creó en España, la que da alegría, tapiza el sofá, compra el cuadro… va a desaparecer, solo quedan los hiper forrados, pero cuántos de esos hay, pocos. 

Yo no soy de replicar, me aburre muchísimo, gracias a Dios soy fuente de ideas y no lo necesito”.

De naturaleza inquieta y creativa, no acepta la monotonía ni meter a todos en el mismo saco. “Me aburre que todo sea igual, y lo de la globalización, cuando voy a Londres no me quiero tomar el macaron de París, no puede haber todo en todas partes, carrot cake aquí…Echo de menos a Lola Flores, flamenco, corridas de toros, lo auténtico. Es nuestra esencia, lo bonito del mundo es que seamos distintos”. 

¿Qué es lo que más te divierte de tu trabajo?

Lo que más me divierte es variar, no es lo mismo un piso, que un chalet, que una finca, que la galería de Lady Foster, Arco, Feriarte… Cuando llego a un sitio empiezo de cero a montar todo con los medios disponibles en ese momento. Es a lo que me dedico yo. No es comparable con un hotel o una finca preparadísima.

¿Te molesta que te copien?

Estoy de vuelta, la gente siempre me ha copiado porque he innovado mucho, soy fuente de ideas, pero para copiar hay que ser generoso y la gente es muy tacaña, no es igual la copia cutre. La verdad es que me encanta compartir, hace unas semanas grabé un curso de montaje de mesas y su protocolo para Vogue, me lo pasé genial pero fue un trabajazo, estuvimos 6 horas rodando. Agotador pero muy divertido. 

 

Compartido todo sabe mejor

 

¿Nos gusta recibir en España?

En España cuesta recibir, gusta más la calle, pero hay un grupo de gente que sí, que disfruta como es mi caso, me lo paso bomba como anfitrión. De 6 a 8 invitados lo controlo yo perfectamente, lo tengo todo muy organizado, un catering es una casa a lo bestia. 

¿Arriesgas al montar una mesa?

Al montar una mesa en el catering no arriesgo, soy muy respetuoso con el dinero, las cosas hay que amortizarlas, las extravagancias las dejo para casa, donde no me importa repetir y que se note. Soy muy de mis cosas y cuanto más las uso más me gustan. Es diferente una mesa de día a una de fiesta. En ocasiones especiales no debe faltar una buena servilleta, lo cambia todo, también es fundamental una buena iluminación y comida muy rica, todo lo demás es jugar. A diario, como dice mi madre. “Hay que seguir haciendo las cosas bien, porque si no la excepción es un caos”.

¿Qué esperas del futuro?

Espero un resurgir en el mundo de las antigüedades, me encanta la historia del arte… En esta vida pasan dos cosas, si tienes que trabajar para sobrevivir y montar tu vida es una cosa, si no tienes ese problema es otra cosa. El dinero importa, todos usamos el 90 por ciento de nuestra energía en sobrevivir. Yo he utilizado los últimos 30 años de mi vida en trabajar, el trabajo es lo primero, y si algún día dejo el catering me podría dedicar a vender antigüedades, sobre todo objetos, me divierte muchísimo y tengo muy buen ojo para crear un ambiente acogedor y agradable, muy visual y apetecible a la vista, odio lo triste. 

 

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