fbpx

Cuando tienes la suerte de cambiar la ciudad por un lugar en mitad de naturaleza la vida se te vuelve más grata. Alberto Medina ha tenido la oportunidad de realizarlo. Una urbanización donde puedes dar largos paseos entre pinadas y naranjos, y a la vez, en 20 minutos estar en centro de Valencia.

La primera sensación que tienes es la de amplitud, techos altos y un gran espacio dividido en dos: el comedor y el salón, muy acogedor donde poder relajarte. En el comedor, lo primero que llama la atención es la lámpara de lágrimas de cristal, es hipnótica, no puedes dejar de mirar esas lágrimas caer. La gran mesa con un juego de sillas que siendo estas tan diferentes logra mantener la armonía.

La casa ya estaba decorada de Navidad donde cada rincón está impregnado del espíritu navideño. Este año ha optado por el dorado y blanco con grandes flores.

Una vida dedicada a la venta vintage de alta costura se refleja en la elección de los objetos decorativos que por sí solos ya aportan distinción, como el cuadro con motivos japoneses y los tibores mexicanos. La combinación de elementos de procedencia tan dispar queda perfecta. Los colores del cuadro son sutiles, sin embargo, tienen mucha fuerza. En los años 60 este cuadro presidía la sala de juntas de una empresa que se dedicaba a los curtidos exóticos como los de cocodrilo, avestruz, serpiente… Se pintó para tener un detalle de cercanía con los clientes japoneses.

La extensa colección de jarrones es muy diversa, entre ellas están; la lámpara azul de 1954 de la firma Bondía, una pieza única de Manises, el rojo de Murano junto al pie de la lámpara color caramelo de Portugal y las blancas que fueron adquiridas en una subasta benéfica.

Los tibores tan llenos de vivos colores delatan su esencia mexicana.

Su otra pasión son los espejos de latón de mediados del siglo pasado de fabricación tradicionalmente francesa, recopilados a lo largo de los años en anticuarios, viajes, mercadillos… se hacen notar por toda la casa.

Los huevos Dalinianos característicos en las obras de Dalí descansan sobre una mesa colonial. Una vez más se ve la mezcla de estilos.

En el mini escritorio de caballetes donde realiza su trabajo destaca la lámpara Boomerang de Fase del año 1960.

El monumental árbol de Navidad llega a los 3 metros abigarrado de flores, bolas, tiras y luces que consigue adueñarse de la estancia.

Me encontré una mesa para comer montada de lo más original con ese querubín acostado en el centro, una cristalería de Bohemia superviviente de una  gran historia y unas servilletas con una graciosa filigrana. La vajilla es de Santa Clara.

Alberto ha decorado su casa a su imagen y semejanza; generosa en detalles, pero a su vez fresca, con una mezcla de estilos muy difícil de clasificar como es él. Cada mueble, cada objeto tiene su historia y te las cuenta con pasión, con un fervor que denota la gran estima que les tiene. Siempre recordaré esa sonrisa pícara que nacía en su cara cuando me contaba la procedencia de algunos objetos. Alberto es un gran anfitrión que no tiene medida y le doy las gracias por la atención recibida y la amistad que nos tenemos.

Muchas gracias Alberto.

Texto y fotografía: Maite Martín @maitedecor

Related Articles

Related