
El fotógrafo Juan Baraja. Hipódromo de la Zarzuela. Fotografía: Raquel Merino
Rodeado de armonía, orden y emociones, así nos recibe en su estudio el fotógrafo de la luz y los espacios.
Una puerta de local en color verde y sin timbre es la sencilla entrada que esconde un lugar especial en el que el fotógrafo Juan Baraja (Toledo, 1984), crea su mundo de imágenes. La luz natural inunda el espacio aportando esa energía que consigue movilizarnos, quizá esa sea una de las causas por las que Baraja es una fuente inagotable de ideas que no deja en un cajón. “La arquitectura es esa obsesión que se convirtió en fotografía y aprendizaje de la técnica, y la multitud de temas diferentes que hay como el retrato, naturalezas muertas, bodegones, que me encantan”, comenta Baraja.
Desde que tuviera su primer contacto con la fotografía al comenzar sus estudios de Bellas Artes en Cuenca, Baraja ha trazado su carrera como artista visual a base trabajo duro y mucha pasión por lo que hace, solo así se consigue llegar a uno de tus objetivos dos décadas antes de lo que tenías previsto. “Llevo casi veinte años dedicándome a la fotografía y me siento muy afortunado. Haciendo balance, uno de los logros de los que me siento más orgulloso es el de hacer expuesto mi trabajo en el Museo ICO, un espacio de referencia para mí. Pensaba que sería un éxito llegar allí cuando tuviese sesenta o setenta años, pero resultó que el momento llegó el año pasado. Mirando al futuro, hay muchísimas cosas que me quedan por hacer «.

Fotografía de Juan Baraja. Proyecto «Hipódromo».

Fotografía de Juan Baraja. Proyecto «Hipódromo».

Fotografía de Juan Baraja. Proyecto «Hipódromo».
Un edificio, una calle, una imagen que te lleva a otra que no esperabas encontrar, así surgen los proyectos que lleva a cabo en diferentes partes del mundo con esa delicadeza y sensibilidad que lo hacen reconocible entre los expertos y el público que se acerca curioso a su trabajo. “Mis trabajos los elijo de diferentes maneras, algunos surgen a partir de encargos, algo que no me había imaginado, otras veces de forma casual a partir de residencias en las que yo planteo un proyecto como ocurrió en Roma. El proyecto inicial trataba sobre el trabajo del arquitecto Mario Ridolfi y el barrio de Tiburtino, pero a las pocas semanas se cruzó en mi camino un edificio de hormigón de un kilómetro de longitud que dio pie a un cambio de proyecto que hoy en día sigue en curso, ampliándose a otras seis localizaciones en diferentes ciudades italianas. Mi proyecto cambió radicalmente”.
Ver dónde está el equilibrio de todo es apasionante
Imposible elegir, nos advierte al preguntar por su proyecto preferido. “Me emociono siempre, pero hay uno muy especial que me encanta revisar, es “Águas Livres” (2012- 2014). Es un edificio de Lisboa de los años 50, diseñado por los arquitectos Nuno Teotonio Pereira y Bartolomeu Costa Cabral en el barrio de Amoreiras. Fue muy mágico el proyecto en sí mismo, el primero que abordé con cámara de gran formato. Al cambiar de una herramienta a otra ocurren cosas, cómo se concibe la fotografía en si misma, cuando ves a través de esa cámara estas viendo todo del revés, de pronto el fotografiado dejaba de ser una escena fácil y se convertia en plano de color, líneas, es una composición dentro del un cuadro y da igual lo que fotografíes si la composición funciona”, asegura Baraja.
Un trabajo que se presentó en 2014 en Arco, y el año pasado en la exposición. “Contra todo lo que reluce: efectos del tiempo” en el Museo ICO, un proyecto que sigue vivo. “Hay un ejercicio que siempre hago, cuando haces un proyecto descartas unas fotografías y 9 años después de “Águas Livres”, reviso y rescato una serie de imágenes. Un proyecto cerrado vuelve y eso concurre casi en todos los proyectos, es fascinante”.

Fotografía de Juan Baraja. Proyecto «Hipódromo».
Su pasión y respeto por lo que hace, lo lleva hasta la elección del equipo con el que trabaja. Una cámara de gran formato, que nos recuerda a los fotógrafos del s. XIX, le acompaña a pesar de la dificultad para trasladarla, de los largos y costosos procesos para imprimir y editar… tiene su recompensa. “El motivo es en parte romántico. Supongo que podría obtener un resultado similar con una cámara digital, pero yo me siento muy cómodo trabajando en analógico. La cámara de gran formato es una herramienta muy precisa y me gusta dedicar todo el tiempo que sea necesario para alcanzar el encuadre que persigo”.
Un minucioso trabajo que lleva hasta el final, el momento de la exposición, previamente estudiada y medida con la ayuda de maquetas del espacio donde las obras serán expuestas, hechas por él mismo. “Es necesario y me encanta hacerlas. Trabajo a escala las fotografías y veo cómo se tendrían que ver en la sala donde se expondrá el trabajo, ver la tensión entre unas y otras. Siempre hay ese trabajo de armonía en general”.

Juan Baraja fotografiando el espacio del Hipódromo en 2014. Fotografía: Laurine Vega
Proyecto “HIPÓDROMO”
Nos centramos en uno de sus proyectos realizado en el hipódromo de la Zarzuela, lugar al que acudimos para fotografíar y grabar a Baraja mientras nos da detalles de cuál fue el proceso basado en el estudio de la luz. ”Todo gira en torno a la luz en el hipódromo, que se convierte en un elemento constructivo tenido muy en cuenta por los propios arquitectos desde su concepción inicial”, explica Baraja.
El trabajo va siempre precedido por un recorrido. “Primero hay un paseo obligado para ver qué pasa ahí. Sombras, luces, detalles… De hecho, no se identifica el hipódromo en las fotografías. Es algo muy plástico donde todo se compone, funciona al tomar decisiones, pensar en los encuadres, que eso aparezca, ese hueco, esa línea, descubrir cosas es lo que me encanta y me interesa”.
En el paseo se aprecia el cambio de color en el blanco, que varía de tono puro a tonos grises, según la luz. “Esto es un ejercicio de aprendizaje, de fotometría, es cuestión de tiempo y trabajo. Haces una composición, decides el momento del día y cómo hacer las fotos dependiendo de la intensidad de la luz”.
“Hipódromo” fue realizado en 2014, materializándose en un primer momento como una serie fotográfica conformada por imágenes independientes. Años más tarde, el trabajo fue recopilado en forma de libro de artista que se expuso por primera vez en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia en 2020, en el contexto de la muestra «Olvidados del Tiempo». El libro fue galardonado con el Premio Campocerrado en ESTAMPA 2021 y también formó parte de la exposición «Contra todo lo que reluce: efectos del tiempo» el pasado año 2022 en el Museo ICO.
Vídeo: Raquel Merino.