Estamos en una época en que los efectos del cambio climático consiguen que las estaciones se vuelvan un poco “locas”. Veranos que empiezan en mayo y aún siguen abrasándonos en octubre, primaveras en que las precipitaciones brillan por su ausencia o inviernos suaves en los que de repente se aparece una “filomena”.
Pero lo que no falla ningún año son esas semanas de otoño en las que los bosques se tiñen, ofreciéndonos paletas de colores inimaginables y espectaculares.
En España hay numerosas zonas en las que disfrutar de esos paisajes otoñales y, sin duda, una de las más atractivas son los Pirineos oscenses y más concretamente el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Con la suerte de poder disponer de una semana a finales de octubre, decidí quitarme la espinita de no conocer esa zona y, junto a mi pareja, pusimos rumbo a los Pirineos. Tras un agradable viaje en coche y más de cien kilómetros caminando, he de decir que ha sido uno de los grandes descubrimientos de mis experiencias senderistas o simplemente de observadora de la naturaleza.
El Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido está dividido en 4 sectores (Ordesa, Añisclo, Pineta y Escuaín) y pudimos disfrutar de todos ellos. Las distancias en coche entre ellos no son excesivas, si bien es cierto que por la tipología de las carreteras el tiempo empleado en los traslados es elevado. Pero, no os preocupéis, porque las propias carretas son un disfrute. No dudéis en adentraros en cualquiera de ellas y descubriréis rincones increíbles. Estaré eternamente agradecida al amable asesor de la Oficina de Turismo de Torla, y su recomendación de adentrarnos en coche por la carretera de Fanlo donde podríamos observar desde el propio coche auténticos tapices multicolores en las laderas de las montañas. Por cierto, ese asesor era de origen mejicano y tras llegar a Huesca hace 25 años decidió que este era el lugar donde quería vivir.
Pero, realmente, el contacto directo con la naturaleza cobra su máxima expresión cuando comienzas a patear esos campos. Probablemente el hilo conductor de esas caminatas ha sido el agua, que nos ha acompañado en todo momento. Ríos, riachuelos, saltos de agua y cascadas se alternan a nuestro alrededor, y el increíble sonido que producen se convierte en música para mis oídos, ávidos de escuchar esas melodías desgraciadamente escasas para quien vivimos en otras zonas de la península. Por si esto fuera poco, de vez en cuando el cielo se unía a la fiesta y nos sorprendía con alguna pequeña lluvia intermitente, que casi siempre agradecían nuestros músculos sobre todo en esos momentos en que las subidas y bajadas salpicaban nuestra ruta y las piernas empezaban a quejarse de esos desniveles.
Que decir de las impresionantes montañas, en las que la vegetación evoluciona desde los pastos y arboledas, hasta las duras plantas de alta montaña que abren paso a la impresionante piedra que corona los principales picos de la zona. Nieves perpetuas descansan sobre algunos de estos picos, así como circos glaciares que luchan por sobrevivir a los efectos del maldito cambio climático.
VALLES
Esos idílicos remansos, en los que el silencio se hace protagonista, únicamente alterado por algún cencerro de las vacas que pastan por allí. Siempre me han sorprendido esos valles que se abren inmensos tras una ascensión importante. Valles en altitudes próximas a los dos mil metros, donde te encuentras como a nivel del mar, entre otras cosas porque aún sigues rodeada de impresionantes montañas, que superan los tres mil metros de altitud.
Las fotografías, o al menos las que tomamos la mayoría con nuestros dispositivos móviles, no hacen justicia al espectáculo que observas. Tal vez por eso no sorprende ver legiones de fotógrafos profesionales o semiprofesionales, con equipos fotográficos de primer nivel, que probablemente permitan captar con mayor fidelidad la imagen real que solo nuestros ojos pueden captar en ese momento.
Seguro que alguna de vosotras también tiene el otoño como estación favorita. A ellas, pero sobre todo a las amantes del calor veraniego o de las nieves invernales, solo puedo animaros a que os calcéis las botas y salgáis a alguno de vuestros campos más cercanos y disfrutéis de ese espectáculo.
Aún estáis a tiempo.
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