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La última semana de julio he podido disfrutar en familia de una zona del norte de España desconocida para mí. Se trata de la comarca de las Encartaciones, en la provincia de Vizcaya, limitando con Cantabria y con el norte de Burgos y Vitoria.

Si bien lo que buscaba inicialmente era la tranquilidad de los montes vascos y cántabros, la privilegiada ubicación a prácticamente 20 minutos del mar nos permitió disfrutar del Mar Cantábrico en todo su esplendor, sus playas, acantilados y villas marineras. Hasta tuvimos tiempo de sacar nuestro lado más urbanita y pasar un día entero en Bilbao, a escasos 45 minutos en coche. Todo esto aderezado con la gastronomía norteña y temperaturas máximas de 23/24 grados en plena canícula de julio, se acerca bastante a lo que para mí es un destino ideal en estas fechas.

El centro neurálgico de nuestro viaje fue Trucios (Turtzioz) donde nos alojamos en la coqueta Casa Bakea, una vivienda vacacional de casi 100 años, perfectamente rehabilitada, ubicada en pleno centro del pueblo, que por otro lado tiene todas las comodidades (supermercado, bares, farmacia, centro de salud, …).

Nuestra intención de disfrutar del monte quedó más que satisfecha con las rutas senderistas que pudimos llevar a cabo. Algunas de ellas desde el propio Trucios, y otras por los valles de los alrededores (Villaverde, Carranza, Artzentales, …). Es destacable el entorno de Armañón, Parque Natural desde 2006, y que se extiende entre Trucios y Carranza. En el propio Parque de Armañón se encuentran las atractivas Cuevas de Pozalagua, y un espectacular auditorio al aire libre construido en la cantera de Pozalagua.
Pero, dicho esto, cualquier camino o senda por la que decidáis andar seguro que os deparará agradables sorpresas y podréis disfrutar de la naturaleza en todo su esplendor.
Quiero destacar además la extrema limpieza de todos los bosques, caminos y ríos, en los que apenas hemos visto residuo alguno.

Para el par de días que dedicamos a “estar de playa” optamos por dos típicos playazos
norteños, uno en Cantabria y otro en Euskadi.
La primera elección fue la bella playa de Langre (Cantabria), agreste, rodeada de acantilados y con acceso algo complicado a través de pequeñas escalinatas.
La segunda de ellas fue la playa de Sopelana, muy próxima a Getxo. En este caso, y por su proximidad al cinturón de Bilbao, es una playa más concurrida y con más servicios.
En ambos casos cuentan con gran afición y tradición “surfer”

Aparte de la belleza de sus playas, la costa cantábrica también destaca por sus acantilados. En este caso, optamos por visitar San Juan de Gaztelugatxe. No oculto que tuvimos nuestras reticencias, ya que las visitas a este paraje se han multiplicado exponencialmente en los últimos años como consecuencia de su elección como exterior para la serie Juego de Tronos (Rocadragón). Esto unido a las lógicas restricciones de aforo provocadas por el COVID 19 nos hicieron dudar. Finalmente, nos pudo la curiosidad y, por qué no, el fanatismo por la serie de TV de parte de la familia, y previa reserva on-line (eso sí, entrada gratuita) nos pusimos manos a la obra.
Os aseguro que el recorrido de un par de kilómetros y los más de 200 escalones de subida merecen la pena, y que ni siquiera las fotos hacen justicia a la belleza del lugar.

Tras el esfuerzo físico de la subida y bajada a San Juan de Gaztelugatxe, que mejor que
recuperar fuerzas cenando en un puerto marinero. Siguiendo las recomendaciones de un familiar, nos acercamos hasta el puerto de Santurce, y en Mandanga (antiguo Hogar del Pescador) dimos buena cuenta de sardinas, bonito, pulpo, … hechos a la brasa en una gran parrilla junto a la propia terraza.
Esa noche fue Santurce, pero otras tardes las hemos disfrutado en villas de Laredo, Santoña o Castro Urdiales, donde el ambiente tradicional marinero se mezcla con el ambiente turístico estival que desde años tiene a estas poblaciones como destino. En muchos casos se trata de gentes de las ciudades próximas como Bilbao o Santander, en otros es turismo nacional del resto del país. Desgraciadamente este año se echa de menos más presencia de visitantes foráneos.

Decidimos reservar el viernes 31 de julio para pasarlo en Bilbao.  Desafortunadamente no nos
dimos cuenta que es el día de San Ignacio de Loyola, uno de los patrones de la ciudad, y por tanto festivo. El hecho de no poder llevar a cabo actividades festivas multitudinarias como consecuencia de la situación sanitaria no nos permitió disfrutar de la festividad, pero si pudimos volver a visitar y disfrutar del atractivo y sorprendente Museo Guggenheim, con el ambiente de bares y restaurantes del casco viejo, y hasta hicimos un tour por el nuevo estadio de San Mamés (aunque no soy futbolera, si que soy del Athletic por tradición familiar).

Gastronómia

Aunque sobradamente conocida, hay que hacer mención al tema culinario. Pescados del cantábrico, carnes del ganado que pasta esos valles, excelentes verduras y hortalizas de las huertas, dulces típicos de la zona, conservas de Santoña o Castro Urdiales, … han salpicado nuestra mesa durante estos días, haciendo de las comidas y cenas auténticos momentos de disfrute.

Y, por cierto, puede parecer que no hemos salido del coche en estos 7 días. Realmente las distancias no son excesivas y además esas carreteras de montaña donde una cúpula de árboles se extiende sobre nosotros o esas otras carreteras bordeando la costa en las que no dejas de observar playas, acantilados o pueblecitos, son otra forma de disfrutar del viaje.

Y viajar, sin duda, es uno de los grandes placeres de esta vida.

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