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Una imagen de ‘Mujer en el jardín’, una obra clave de la escultura del siglo XX realizada por Picasso con ayuda de González.

La obra de Picasso es una vez más protagonista en Madrid, con motivo de la celebración del año del artista visionario. A la muestra en la que el Museo Thyssen confronta al malagueño con Coco Chanel, se une la Fundación Mapfre que recorre su decisiva colaboración con otro artista en una gran muestra: Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura, una exposición con 160 obras que recorren el momento en el que en Europa nace una nueva manera de hacer escultura con materiales como el hierro y con un lenguaje de planos, líneas y vacíos.

‘Guitarra’ (1924), de Picasso

Pablo Picasso. Cabeza de mujer

La galería nace a raíz del trabajo que ambos autores llevaron a cabo en 1928, cuando colaboraron para realizar un monumento funerario al poeta Guillaume Apollinaire.

Estas piezas están catalogadas como el origen de un nuevo tipo de escultura, en hierro, que llegó a dominar el escenario artístico en las décadas centrales del siglo XX. Así, no solo se analizan las características de dichas obras, sino también las particularidades de este estilo de escultura en hierro y el vínculo que González y Picasso mantuvieron desde entonces en la Barcelona modernista de principios del siglo XX y que se prolongó durante años en París (Francia) y hasta el fallecimiento de González en 1942.

«Mujer peinándose» de Julio González, 1931.

‘Mujer en el jardín’ de Picasso

AMISTAD 

Picasso y González vivieron en la Barcelona modernista de inicios del siglo XX, trabajaron en París y mantuvieron una amistad que sólo rompió la muerte de González a los 66 años en 1942, en plena ocupación nazi. Picasso es uno de los pocos que acudieron a su entierro y le dedicaría obras como la pintura Cabeza de toro que abre la muestra.

La colaboración entre ambos artistas se trató de un proceso más amplio, y ya desde los años veinte hay una tendencia en París hacia la desmaterialización de los volúmenes de la escultura con artistas como Lipchitz, Giacometti o Laurens, que disuelven los volúmenes en planos e incorporan el vacío a la obra. Picasso y González estarían en el espíritu de la época y González apostaría por dibujar en el espacio con las líneas metálicas de sus esculturas. 

Tras su colaboración, evolucionaron de manera distinta pero la muestra cierra con un acercamiento final: la guerra lleva al malagueño al Gernika y a sus mujeres llorando, mientras que González crea esculturas de su Montserrat, símbolo de la mujer catalana, gritando o asustada ante el horror bélico.

La muestra, abierta hasta el 8 de enero, fue ideada por Tomàs Llorens, pero tras su fallecimiento hace un año ha sido comisariada por su hijo Boye.

«Cráneo» Picasso. Obra que simboliza la muerte en homenaje a su amistad con González.

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