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Primera Parte: Años 20 y 30

 

No hay duda que el mundo del Jazz ha sido dominado por hombres desde sus inicios y ha estado regido por normas patriarcales, con fuertes distinciones de raza y de género por parte de la sociedad machista norteamericana del siglo pasado. Por tanto, desde hace más de 100 años las mujeres han sufrido los salvajes efectos de la discriminación social y racial, por lo que han tenido que pelear muy duro en el ámbito del jazz para ser consideradas en un plano de igualdad al hombre.

No sólo han sufrido este fuerte rechazo de su entorno las mujeres afroamericanas que se dedicaron al mundo de la música, sino también la mujer blanca, que a pesar de disfrutar de la ventaja en EEUU de pertenecer a la clase históricamente dominante, ha tenido que enfrentarse también al fuerte ambiente machista del jazz, con la dificultad añadida de ser una música indiscutiblemente impregnada de tradición afroamericana.

Sin embargo, las mujeres a pesar de ser minoría y estar fuertemente discriminadas, han luchado heroicamente desde el principio por aportar su contribución a este apasionante estilo musical y han sabido conquistar el corazón de los aficionados por su esfuerzo, pasión y calidad.

La mujer en el JAZZ de los años 20.

 

Podemos decir que el Jazz comienza a obtener su identidad durante los años 20 y a pesar de tener todos los elementos en contra, algunas valientes mujeres no se resignaron a un papel pasivo en la historia de este nuevo estilo musical.

En esa época era muy habitual que las amas de casa de clase media y clase alta recibieran formación musical personalizada, mientras que las mujeres negras de clase humilde que podían, aprendían en la escuela y las más dotadas mejoraban su técnica en la iglesia ante sus
feligreses.

Fue gracias a instrumentos de cuerda como el arpa o el violín y especialmente el piano, los cuales la sociedad de la época estimaba adecuados y socialmente permitidos para las mujeres, lo que permitió a las primeras artistas femeninas tocar en algunas orquestas de baile en fiestas sociales o familiares.

Todos los instrumentos de viento y los tambores eran considerados instrumentos masculinos ya que eran los instrumentos más habituales en las orquestas militares y brass bands, mientras que era sumamente rara la presencia del piano o cuerdas en esas bandas compuestas exclusivamente por hombres.
Destacar que la primera alternativa semi-profesional de las instrumentistas femeninas, siempre con el permiso de sus maridos, para ganar algún dinero y desarrollar alguna actividad más allá
de las tediosas labores domésticas, fue la de tocar en bandas y orquestas de jazz formadas exclusivamente por mujeres, sin mezclarse con los hombres. Sin embargo, no podían desarrollar carreras muy largas porque normalmente cuando se casaban debían dedicarse al hogar y al cuidado de los hijos. Eso las obligaba, en la inmensa mayoría de casos, a interrumpir su carrera profesional o abandonarla definitivamente.

 

Orquesta de todo mujeres de Peggy Gilbert

Algunas de las primeras bandas compuestas exclusivamente por mujeres llegaron a obtener bastante éxito y gran audiencia en los siguientes años, pero la razón de su aceptación popular se basaba precisamente en que eran orquestas de mujeres, y eso era especialmente exótico y sensual.

La primera banda de todo chicas que se hizo famosa, con el nombre de “The Melody Girls”, la montó Peggy Gilbert, que tocaba saxo, clarinete, vibráfono y cantaba. Nació en Iowa en febrero de 1905 y murió a los 102 años de edad. Hija de músicos profesionales, pronto recibió sus primeras lecciones musicales. Fue instruida en violín y piano ya que el viento y la percusión únicamente podían ser tocados por el hombre, emblema de virilidad y fuerza. No obstante, esta joven artista optó por aprender a tocar el saxofón y adentrarse en el jazz de forma autodidacta, gracias a lo que escuchaba en la radio. Podemos considerar como un gran gesto feminista y luchador, el que Gilbert se negase a aceptar la imposición de una sociedad que discriminaba constantemente a la mujer frente al hombre.

En 1928 Peggy Gilbert se trasladó a Los Ángeles, donde formará otras dos nuevas orquestas sonando su nombre cada vez con más fuerza en los locales más prestigiosos de la ciudad, donde llegó a compartir escenario con artistas de la talla del clarinetista y célebre director de orquesta Benny Goodman o el trompetista Louis Prima. Apareció también en diversas películas de Hollywood donde dejó constancia de su popularidad musical. Se dice que Billy Wilder se inspiró en ella y sus chicas a la hora de grabar la banda de músicos de “Con faldas y a lo loco” (1959).

A mediados de los años 20 la banda The Ingenues, también compuesta exclusivamente por mujeres blancas, desarrolló su actividad principalmente en Chicago, pero hicieron giras por todo el país y por el extranjero entre 1925 y 1937.

La solista estrella Paula Jones era una trompetista tan versátil que era capaz de tocar prácticamente todos los instrumentos de la orquesta. Pero no solo ella era peculiar, ya que era fascinante la habilidad del resto de integrantes de la banda para cambiar de instrumento de una canción a otra.

Las bandas femeninas tuvieron cierta proyección durante los Felices 20 por su extravagancia y contar con bellas jóvenes que realizaban una actividad tan exótica a ojos masculinos. Eran puro entretenimiento y explotación. En ocasiones, los asistentes a las sesiones no entendían que únicamente eran músicos, y no bailarinas de cabaret o mujeres de compañía. Fueron años difíciles para la mujer en el jazz, pero Peggy Gilbert aprovechó el escaparate que se le concedía para triunfar y abrirse paso en un mundo de hombres.

Gracias a la formación musical que habían recibido algunas mujeres, pudieron adaptarse al ragtime, estilo de moda en aquella época y esto les permitió su incorporación al mundo de la música profesional y tocar por fin junto a hombres. Ellas podían leer partituras, mientras que la mayoría de músicos masculinos que tocaban instrumentos de viento lo hacían por intuición, sin saber leer partituras, como por ejemplo, el genial Louis Armstrong.

Entre estas primeras instrumentistas que se labraron un brillante futuro en un mundo de hombres hay que destacar a María Elfrieda Scruggs, conocida como Mary Lou Williams, nacida en Georgia en 1910, hija de una pianista de iglesia, la segunda de doce hermanos y que estaba destinada a jugar un enorme papel en la reivindicación de la mujer en el ámbito del jazz.

Gracias a su talento musical comenzó muy joven tocando con un grupo que estaba liderado por el saxofonista John Williams, con quien se casa a los 16 años, adoptando su apellido como nombre artístico.

Mientras otras mujeres músicos dejaban la profesión cuando formaban una familia, ella siguió sin desánimo su carrera para convertirse en puente entre el jazz clásico y el moderno, ya que no sólo desarrolló su trabajo con los músicos de swing de esta década, sino con los de bebop o incluso, free jazz de décadas posteriores ya en solitario sin su marido.

La pianista Mary Lou Williams

Pero el gran nombre femenino de la época fue Lillian Hardin que venciendo la oposición familiar ingresó en la orquesta del gran King Oliver, quién más tarde, en 1922, contrató al jovencito Louis Armstrong para llevarlo de Nueva Orleans a Chicago. Hardin y Armstrong hicieron buenas migas y se casaron en 1924.

Lil Harding con la banda de King Oliver

La propia Lil Harding animó a su marido para que se emancipara de King Oliver, dándole la seguridad que a Armstrong le faltaba. Lil Hardin montó junto con su marido la banda “Hot Five” donde ejercía de pianista, compositora y directora musical y con la que cambiaron el rumbo del jazz de su época. Con esta banda obtendrían grandes éxitos tanto artísticos como económicos pues realizaron numerosas grabaciones.

Lil Hardin y Armstrong se separaron amistosamente en 1931 entre otras causas debido a las infidelidades de Louis, continuando sus carreras por caminos distintos.

Lil harding con Luis Armstrong en Hort Five

La mujer en el JAZZ de los años 30.

Los años treinta estuvieron marcados por la crisis de la gran depresión y por una fuerte segregación racial en los Estados Unidos, lo cual no favoreció al desarrollo de las mujeres dentro de un mundo dominado por hombres y el Jazz no iba a ser una excepción. Las que podían, seguían tocando el piano, instrumentos de cuerda o cantando ya que era el rol reservado para ellas en esa época.

La sociedad americana encontró como válvula de escape las pistas de baile ante el sombrío panorama de la depresión y el número de orquestas de swing creció por todo el país, imponiéndose al hot jazz y al ragtime, haciendo un sonido más comercial para el público blanco.

Dado el éxito en los años 20 de las orquestas compuestas por mujeres, el filón comercial siguió siendo explotado por los empresarios en los 30. Las orquestas femeninas fueron un fenómeno muy destacable en esta década y de esta forma la presencia de las mujeres en el ámbito musical empezó a hacerse cada vez más visible.

En 1932 Lil Hardin, ya separada de Louis Armstrong, montó una orquesta femenina de alto nivel, la Lil Hardin’s All-Girl Band. Poco más tarde se fundaron dos de las mejores, la Dixie Sweethearts liderada por Mayme Lacy y la Harlem Playgirls creada y liderada por el percusionista Sylvester Rice que reunía a algunas de las mejores instrumentistas de jazz de la época, como Ernestine “Tiny” Davis o Lela Julius. Estas bandas, a pesar de estar compuestas por mujeres, fueron muy bien consideradas por la crítica especializada.

Destacar también a dos mujeres excepcionales que acabaron dirigiendo sendas orquestas de hombres, Ann Dupont y Ana Webster, venciendo con mucho esfuerzo, tesón y talento, el estereotipo sexual que impedía a las mujeres trabajar en orquestas de hombres y aún menos dirigirlos.

Sin embargo, a las cantantes les favoreció la progresiva tendencia de las grandes orquestas de sustituir a los vocalistas varones por atractivas vocalistas para el público masculino. Con la mejora de la tecnología de los micrófonos ya no eran necesarias las poderosas voces masculinas para hacerse oír en todo el escenario y se prefería contratar a una mujer cantante para dotar a la orquesta de una imagen glamurosa, aspecto que aumentaba notablemente el interés de la audiencia masculina.

Sin embargo, la mujer en general permanecía subordinada en las orquestas de hombres a una presencia decorativa y sensual en su papel de cantante, o de bailarina animadora, en consonancia a los estereotipos sociales del momento.

Las pocas mujeres instrumentistas de la época no lo tenían más fácil, ya que por ejemplo, las que tocaban instrumentos de viento se veían obligadas a pintarse los labios con mercromina, para que no se les deshiciera el pintalabios en la embocadura de su instrumento y no se las daba libertad para expresarse con su propia personalidad como a los músicos masculinos.

Igualmente en el ámbito de los clubs de jazz, las mujeres instrumentistas tenían mucha dificultad para ser aceptadas en las habituales y competitivas jam sessions, donde el sexismo se manifestaba en su máxima expresión.

Ejemplo de mujeres instrumentistas que consiguieron destacar en el difícil mundo del jazz en su época, fueron la pianista Hazel Scott que posteriormente llegó incluso a tener su propio programa de TV en los 50 o la increíble Valaida Snow, trompetista, cantante, violinista, pianista líder de su banda y bailarina que llegó a ser prisionera de los nazis.

Hazel Scott fue una de las mayores estrellas del jazz del momento. Con un tono perfecto, tocaba el piano a dos manos a la edad de tres años. A los ocho su profesor en la escuela y fundador, pensaba que estaba en presencia de todo un genio. Su primer trabajo profesional fue ya en la orquesta de Count Basie. Cuando se inauguró Cafe Society en 1938, Scott a sus 19 años se convirtió en el cabeza de cartel. Hay una famosa foto de Count Basie, Teddy Wilson, Scott, Duke Ellington y Mel Powell reunidos alrededor de su piano.

La pianista Hazel Scott

Valaida Snow apodada como «Little Louis» y «Queen of the Trumpet» fue una mujer afroamericana que no hizo grabaciones en los EE. UU, pero se mudó a Europa, donde lo hizo y encontró el estrellato que anhelaba. En Dinamarca, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, fue arrestada, encarcelada por los nazis y enfermó, pero a través del intercambio de prisioneros en 1942 regresó a los Estados Unidos. Su salud nunca se recuperó realmente y murió en 1956 a los 52 años de una intensa y emocionante vida.

La trompetista Valaida Snow

Las cantantes continuaban teniendo un éxito popular mucho mayor que sus compañeras instrumentistas y forjaron un fraseo musical mucho más moderno, con una gran expresividad en la interpretación de las letras.

En esta década surgieron dos de las vocalistas más transcendentes para la historía del jazz, y que enseguida destacarían sobre todas las demás Ella Fitzgerald y Billie Holiday.

Billie Holiday y Ella Fitzgerald

En 1935 irrumpió la figura de la superdotada Ella Fitzgerald, descubierta por Chick Webb a la edad de 17 años y a la muerte de este, cuatro años más tarde, ella continuó al frente de su orquesta. Unos años más tarde, agotada del esfuerzo que suponía dirigir la orquesta y cantar a diario, disolvió la formación. A lo largo de su carrera ganó trece premios Grammy, y recibió además uno por su trayectoria artística en 1967. Ella Fitzgerald está considerada como la más brillante, innovadora y original cantante de toda la historia del jazz, con una carrera que se prolongó hasta finales del siglo XX. Estaba dotada de una voz con un rango vocal de tres octavas, destacando su clara y precisa vocalización y su capacidad de improvisación, sobre todo en el scat, técnica de improvisación generalmente con palabras y sílabas sin sentido que permite cantar melodías y ritmos improvisadamente y que desarrolló con el surgimiento del bop en los años 40.

Billie Holiday fue una de las primeras mujeres negras que cantó con una banda de blancos. Fue una genial improvisadora que siempre levaba gardenias en su cabello. En sus inicios trabajó brevemente en las orquestas de Count Basie y al final de los 30 en la de Artie Shaw. De su historia se sabe que fue violada y explotada en un burdel desde los 10 años, teniendo que
soportar el racismo de la sociedad lo que la llevó a refugiarse en las drogas. A pesar de ello grabó alrededor de 200 canciones y actuó con los músicos más importantes de la época como Louis Armstrong o el saxofonista tenor y clarinetista Lester Young del que sería su principal acompañante. Destacaba por la capacidad de adaptación de sus cualidades vocales al
contenido de la canción. Pocas cantantes han conseguido transmitir tanta emoción y
sentimiento como ella, fruto del traspaso de sus propias vivencias a las letras que cantaba, y ejercer tanta influencia en el resto de músicos de jazz y en cantantes posteriores, con un estilo único y verdaderamente vanguardista.

Estas mujeres son algunas de las principales figuras femeninas de la historia del Jazz que ayudaron de forma irresistible a que la música, y más concretamente el jazz, rompiera con las barreras de desigualdad y el racismo dominante en su entorno, por lo que son todo un modelo a seguir para las mujeres que posteriormente se han dedicado a la industria musical.

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